top of page
Rodolfo Loyola

7 de junio

Publicado en el boletín Reflexiones Ciudadanas en junio de 2015

Finalmente, después de 60 días de campañas políticas, estamos listos para entrar a un breve silencio mediático para pensar en lo que queremos respecto al futuro de nuestro Estado.

Por supuesto que mi voto está decidido y lo que busco es compartir con ustedes algunas reflexiones tanto sobre lo que he venido observando en estos dos meses como sobre mi decisión. Debo decir también que no seré imparcial pues mi papel no es, ni ha sido, el de analista político. Mi papel es de un ciudadano que ha ido entendiendo, conforme avanzan los procesos políticos, la importancia de no permanecer al margen de la construcción de nuestro futuro.

Por una parte, he observado un gran sigilo en un sector importante de los posibles votantes. No es fácil que las personas expresen lo que realmente están pensando en relación a sus preferencias. De acuerdo a los números que se han manejado en la prensa, estamos hablando de cerca de un 28% de los posibles electores.

Intuyo que hay diversas razones; sin embargo, una a la que me he enfrentado es evitar la confrontación con personas que no comparten mi punto de vista y muestran reacciones contrarias, a veces violentas. Es sorprendente el nivel de intolerancia que muestran dichas personas ante una preferencia diferente.

He visto confusión entre ser apartidista y mostrar preferencias; es decir, si no perteneces a ningún partido, parece, a los ojos de algunas personas, inconcebible que te inclines por una propuesta.

Otro fenómeno que es sorprendente y preocupante es cómo otro grupo de personas que ya han tomado una decisión se convierten en consumidores de historias que, sin importar su veracidad, las usan para justificar su decisión. Es el mercado natural para la llamada guerra sucia.

He notado un bajo nivel de escucha entre los propios ciudadanos. Cada día estoy convencido que el lenguaje no es inocente y lo dicho tiene impacto que no es trivial ni inocuo en la sociedad. Me refiero a los partidos. Desde mi perspectiva es una forma, que ha resultado eficiente, de institucionalizar las diferencias. Sabemos que los procesos electorales son juegos de ganar - perder pues no tenemos la madurez de ser incluyentes en el triunfo.

Si imaginara a cada candidato como un artista que es capaz de pintar el Querétaro del futuro, mi pregunta es si en ese cuadro hay un lugar para mi, si ese lugar me gusta y si me hace sentir como alguien que aporta a la sociedad algo de valor para mejorar.

De mi experiencia personal, he dedicado parte de mi tiempo de los últimos diez años a explotar forma de participación ciudadana y he encontrado nichos que he comentado en otros números de este boletín.

Ahora con Roberto, veo una gran oportunidad para aquellos que realmente queremos participar. El concepto de gobierno ciudadanizado me parece que es un paso importante en la ruptura de ese triángulo formado por gobierno - partidos y un segmento de la iniciativa privada que ha mantenido aislados a los ciudadanos, como detrás de una barrera, solo mirando y pagando las consecuencias de esquemas corruptos y poco transparentes.

Otro ámbito de discusión es si el partido A es el bueno o es el B o el C. Desde mi perspectiva, todos adolecen de los mismos vicios en mayor o menor medida. Por ello, sugiero mirar más a la persona y valorar su capacidad, historia y probidad. Me han planteado el argumento que las personas no podrán hacer nada pues son manejadas por sus institutos políticos. Esto es parcialmente cierto; sin embargo, creo que existe un buen margen de maniobra para cambiar el estado de cosas. Es inherente al ser humano el deseo de cambio, de reto a lo establecido, de cuestionar los límites y de expandirlos.

Entonces, mi sugerencia es ver el 7 de junio como una fecha emblemática en la que se vota y se asume el compromiso de hacer valer el voto en los siguientes años exigiendo cumplimiento de lo prometido. El siguiente paso en nuestro proceso de maduración democrática es ir más allá del voto.

Algunas personas abogan por la abstención como medio para el envío de un mensaje de hartazgo. Me parece que es un mensaje confuso que no será escuchado apropiadamente.

Otro grupo aboga por el voto nulo. De igual forma, el mensaje puede ser muy peligroso, pues lo que generaría, como no hay mecanismos legales para “escuchar” el mensaje, es minar la legitimidad de quien logre más votos.

Podemos usar el voto para castigar a alguien o para evitar que llegue al puesto público. Este sí es un mecanismo efectivo.

Sin embargo, mi opción es por lo que quiero y por lo que estoy dispuesto a trabajar.

Al votar por Roberto, me estoy asumiendo la responsabilidad de trabajar, como un ciudadano comprometido, en la construcción del Querétaro que deseo para mis hijos y nietos. Así que Yo voto Loyola.

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Fin de ciclo

bottom of page